
NOVELA BREVE/BASADA EN HECHOS REALES.
CAPÍTULO I
Flor, así se llamaba o le decían así, cabalgaba su niñez hasta los albores de su adolescencia sobre los fornidos hombros de su padre cuando trajinaban la finca en el Médano de Oro. No era un Edipo pero era lo más parecido a un romance, desde que le ataba los cordones, le ajustaba las rueditas de la primer bicicleta o cuando juntos en el atardecer remontaban barriletes locos, flameantes y por sobre todo felices. La niña era la princesa de la casa aunque el primor se su padre. Él miraba los ojos de la niña desde los mismos ojitos zahorí de Flor, porque ella podía llegar a ver sólo lo que permite la inocencia, cuando ya entraba y auscultaba el corazón de Edgardo. Si esa no era la felicidad, entonces no existía o era otra cosa, lo cierto que Flor y Edgardo, hija y padre entre los dos, eran el pimpollo de la primer primavera que apareció en este mundo. Se amaban, porque en el juego de intercambiar sensaciones, la niña se sentía dueña de un gigante y él se embelesaba en los caprichos de su hija hasta el punto exacto del sentido de la existencia cuando todo se convierte en un juego. Acaso la vida en su mayor esplendor no es un juego?. Y ellos jugaban para vivir cuando vivían para jugar. La dueña de casa, los miraba de soslayo y esbozaba la sonrisa cómplice, movía la cabeza y traducía: ¡ pero qué locos que están!.
Pasados los diez años, Edgardo sentado en la cabecera de la mesa, se ponía serio o se hacía el serio cuando al mediodía recibía la libreta perfecta que Flor traía de la escuela. Mientras tomaba la sopa, captaba la mirada de todos, por la atención penetrante que ponía en números iguales cuando las notas son perfectas. Por dentro se regocijaba, el orgullo era una erupción de euforias reprimidas, porque seguía actuando, para demostrar seriedad, atención ante la libreta de su hija. Entonces atraía a su hija, le ordenaba que se levantara de la mesa y viniera a su lado, como si estuviera enojado; los demás ya empezaban a preocuparse y le daba un abrazo infinito a su Flor; pasaban varios minutos y no la soltaba y no la soltaba porque después de toda la actuación; el hombre de la casa, que disimuló tanta rectitud, terminaba secándose alguna que otra lágrima impertinente en el guardapolvos de su hija. Luego para que no le detectaran esa claudicación que tenemos los hombres de mostrar los ojos enjugados, se iba y perdía en los olivos, los parrales con la excusa de que siempre había mucho que hacer.
¿Tanta felicidad amenazaba mal tiempo?. Tal Vez, quien sabe!!!!.
Flor no bajaba del cielo del amor, porque todos esos años se sentía feliz y contenida, previendo que ese mundo de juegos entre barriletes y calesitas durarían para siempre, entonces se fue fortaleciendo en el mayor primor de la vida humana, encarnarse en una niñez feliz. La vida funcionaba a las mil maravillas cuando todos asumen de que hay que trabajar desde la mañana hasta la noche, es la consigna del hombre austero, donde no caben las ostentaciones ni extralimitaciones. La naturaleza ayuda pero hay que ordenarla, para que produzca más y mejor y sobretodo cuando se trata de alimentos, porque de la finca debía producirse la cebolla, el ajo, las uvas y todo lo que se da en la huerta sin descuidar la chacra, ¿pero qué contrariedad puede someter a la gente de trabajo y de campo cuando a eso de las 5 de la tarde la madre llama a todos a tomar la merienda con el aroma de pan casero recién sacado del horno?. En tiempos donde la inteligencia artificial no estaba en la cabeza del hombre, porque la naturaleza y sus fuentes ocupaban el lugar que les corresponde.
Cuando la familia es feliz, aun con los imponderables, todos los días son únicos; la mujer es el alma y el hombre despliega su hombredad, trabajan rudamente y con mucha vitalidad durante el día para que en la noche duerman abrazados. Y Flor se iba cantando a la escuela y volvía saltando, mientras la voz de Edgardo entre los quehaceres se lo escuchaba renegar, dar instrucciones pero también tenía tiempo para cantar//
Tenía aquella casa no sé qué suave encanto
en la belleza humilde del patio colonial
cubierto en el verano por el florido manto
que hilaban las glicinas, la parra y el rosal…
¡Si me parece verte! La pollerita corta,
sobre un banco empinadas las puntas de tus pies,
los bucles despeinados y contemplando absorta
los títeres que hablaban inglés, ruso y francés…
–¡Arriba, doña Rosa!
¡Don Pánfilo, ligero!
Y aquel titiritero
de voz aguardentosa
nos daba la función…
Tus ojos se extasiaban:
aquellas marionetas
saltaban y bailaban
prendiendo en tu alma inquieta
la cálida emoción…
Los años de la infancia risueña ya pasaron
camino del olvido; los títeres también…
Piropos y promesas tu oído acariciaron…
Te fuiste de tu casa, no se supo con quién…
Allá entre bastidores, ridículo y mezquino,
claudica el decorado sencillo de tu hogar.
Y vos en el proscenio de un frívolo destino,
sos frágil marioneta que baila sin cesar.
CAPÍTULO II
Los quince años se acercaban y la fiesta alcanzaba el ímpetu de los casamientos, con invitados, valses, las comidas preparadas y no compradas le daban el sabor vernáculo a ese acontecimiento maravilloso de los “15” augurando una vida promisoria, pero como no había feriados, quiero decir multitud de feriados, había que trabajar todos los días hasta los domingos, y cuando tocaba el turno del agua para regar, la familia se convertía en una comitiva noctámbula durante toda la noche, porque no había lugar para la omisión de perder el turno del riego. Se postergaba y se preparaba la gratificación cuando las familias fundamentalmente las mujeres se unían para hacer todo de todo y que no hubiera equivocaciones. Un canto a la vida, porque cuando tenemos todo o sentimos tener todo, solamente nos queda agradecer; el agradecimiento es una caricia de ida y vuelta con los dioses. En ese tránsito bendito por la vida Flor tuvo un sueño perturbador, se despertó transpirada por la pesadilla. Soñó que un ser oscuro que no mostraba la cara se le presentó y le dejó una pregunta con estigma de serpiente: ¡ y a mi no piensan invitarme!!!. Quedó sobresaltada, pero después de algunas semanas ya prácticamente se había olvidado de ese sueño turbulento. Edgardo a veces viajaba porque debía llevar la cebolla al mercado central en Buenos Aires.
En la mañana lluviosa el camión ya estaba cargado pero se empantanó y no podía salir por sus propios medios, hubo que recurrir al tractor para tirarlo porque debía salir si o si, para estar en el mercado a primera hora de la mañana siguiente. Enganchó empezó tirar y forcejear hasta que la fatalidad se hizo presente, caprichosamente el camión cargado hizo una comba y se derrumbó contra el tractor; ante el espanto de todas las miradas, Edgardo quedó aprisionado debajo de la parte del chasis. Flor corrió desesperada hasta el lugar donde su padre solamente pudo estirar el brazo y la niña lo tomó de la mano; el padre algo le murmuró mientras ella nunca quiso contarle a nadie que le dijo el moribundo en pocas palabras; ¿sería una despedida? y se murió, ahí frente a todos ante el ensordecedor gritos y aullidos. Flor recordó el presagio de aquel demonio que visitó su sueño. Desde ese momento aciago, ella, la princesa de la casa, pasó a ser una princesa coronada de lágrimas. Empezó a llorar por la vida cuando transitaba la adolescencia, luego siguió llorando en su juventud, no paró de llorar en la madurez, siguió llorando cuando llegaba a la mitad de su siglo, y cuando creía que ya se había llorado todos los ríos los mares y los océanos, se le muere el hijo mayor; entonces ahí paró de llorar para empezar a aullar. Ahora aullaría toda su vida convirtiéndose en acreedora de este valle de lágrimas que es el mundo cuando la vida la engañaba, le dió toda la felicidad con barriletes que llegaban al cielo hasta caer en un precipicio sin fondo.
Sus lágrimas corrían por las acequias, los esteros, cruzaban los campos, se confundían con los mares, trepaban por los intersticios de la historia; no hay una medida, pero podría ser la mujer que más ha llorado en esta vida con el consecuente misterio y su pregunta sobre el contrasentido cuando de rodillas le clamaba a Dios: ¡Dios mío, sin dejar de amarte, qué he hecho tan grave para que mi vida se haya transformado en una lluvia de lágrimas!!!!. Lo único que rescató de aquella maravillosa niñez que le dio fundamentalmente su padre fue su reloj, que por el golpe quedó así detenido en el tiempo. Nunca lo reparó, jamás quiso ponerlo en marcha porque respetó que el reloj como su papá se quedara sin aire, sin vida, sin tiempo.
CAPÍTULO III
Después de la muerte de Edgardo, su madre manu militari, fuerte como un roble, decide que la vida debe continuar, no habrá tiempo para depresiones, hay que criar tres hijos, hay que volver a la casa de origen y cada miembro aunque jovencitos deberán potenciarse para reemplazar a lo irreemplazable, sacado abruptamente de esta vida por la complicidad de la lluvia, el barro, el tractor y el camión, conjura perfecta para que el horror y la infelicidad plantaran por envidia existencial, abrojos, espinas y el derrame de sal, donde florecían rosas, claveles, geranios, frutos de la tierra que se marchitaron. Las enredaderas se secaron, los animales desaparecieron y como dice G Márquez el mundo se volvió triste para siempre.
Flor cumple 18 años debe dejar de estudiar para ayudar a su madre a criar sus hermanos, y comienza a trabajar. No sale de la tragedia que deja secuelas, la madre hace de tripa corazón, debe conducir el barco y no permite que se vaya a la deriva. Ella colabora y adquiere el hábito de sacar fuerzas de Dios y de su padre, ese recuerdo feliz la ayuda a seguir, se duerme pensando en aquellos días, empezando a vivir un poco la realidad y otro poco de ilusiones. Ese hábito viendo el reloj de su padre, le da fuerzas para vivir pero también es otro presagio que no imagina, solo piensa en que algún día llegue el amor a través de un hombre que lo asocie a la memoria de su padre. Se enamora de un anónimo, pero no se anima a hablarlo y el anónimo tampoco se acerca; acostumbrada ahora a perder lo más bonito que le dio la vida, solamente espera lo que pueda traer la marea. Mira el reloj de su padre, ahí tiene la hora exacta del fallecimiento. 8 hs 26´. Ella no lo sabe, quizás tenga el estigma trágico como decía Aristóteles, son personas que ya vienen con una marca, pero tampoco tiene por que saberlo con su juventud que la hora de la muerte de su padre es una señal.
Los agustinianos en tiempos de este gran padre de la iglesia, creían y tendrían sus razones que el número perfecto que viene de Dios es el “8”. A partir de esa creencia se expande la posibilidad de que el número de la perfección es decir el 8, esté señalando la vida de la vida o sea que el fin del mundo sería en el año 8000. Esta premonición se traslada al arte, a la arquitectura y la construcción, es cuando se comienzan a edificar las grandes iglesias cristianas, que están asentadas geométricamente sobre el número de la perfección, es decir sobre ochavas. Durante siglos, hablamos de las eternas catedrales se construye de esta manera. El segundo número es el de los minutos, 8hs 26 minutos. el “26” es el número de Dios. Entonces Flor está estigmatizada y señalada, toda su vida con destino y convicción será una noble servidora de las cosas de Dios. Su vida es un vivo voluntariado y la escuela es el dolor. Vuelve el contraste porque cuando empieza a creer otra vez en el amor, aparece un hombre, se va a vivir con él, se casan por civil y deberá subir una escalera de escalones por cada años, 37 escalones, 37 años de calvario.
No comete un error, solamente que ante tanto dolor, entrega su corazón absolutamente sin mirar a quien, es un paso en falso. Friedrich Nietzsche sostiene: en la escalera de la vida no te vayas a saltear un escalón, porque ese escalón no te lo perdonará jamás.
Se va a vivir con este hombre, ella está embarazada, a la semana de estar juntos, el sujeto se cambia para salir un sábado por la noche, ella se anima a recriminarlo y recordarle que están casados. Dos horas después despierta tirada en un rincón en la cocina con un hematoma en el ojo. La fiera huele sangre, empieza a golpear, la maltratará durante 37 años.
la empieza a castigar por cualquier excusa, ella debe cortarse el pelo, no puede salir a la calle, vive como una india, y sale a hacer las compras no se puede equivocar en un centavo porque de lo contrario el psicópata la lleva a la pieza y golpea donde más duele, riñones, estómago, rostro, con el tiempo pierde audición en un oído. Está sola y con la familia ausente, porque cuando ya tiene los tres hijos, este hombre la amenaza permanentemente: si denuncias te quito los hijos y ante la presencia de algún pariente, debe disimular porque de lo contrario la lleva a la intimidad y la golpea con los puños. En cierta oportunidad la quiere arrojar al canal, el más torrentoso que existe aquí, en otra oportunidad una mano se interpone porque le quiere clavar un cuchillo en la yugular. Pero Flor es fuerte tiene que vivir y simular para que sus hijos nunca sepan que a la madre la golpean siempre. Los despierta con dulzura, les hace el pan casero, los besa con una sonrisa los envía a la escuela y cuando surgió algún problema con los hijos, ella pondrá la cara y los solucionará. De los golpes dos veces estaba embarazada y pierde a sus hijos. También callará, en ese tiempo la mujer no tiene los derechos que tiene hoy, de haber denunciado, no le hubieran hecho caso; hoy la historia sería otra. 4 décadas infames; desprecio, ofuscación, ira, golpes, infidelidad expuesta, la reduce a la condición de servil y se produce lo que les pasa a toda mujer golpeada, comienza a idolatrarlo, porque sabe que su vida está en manos del enfermo mental.
Uno de sus hijos protesta, porque lo ve al padre de novio y con una hija, hay discusión del conviviente con su madre o sea su suegra, se ponen a discutir, Flor está desesperada y cansada, han pasado miles de años tiene que reaccionar le pide a Dios, le pide a su padre, afuera está lloviznando hace frío es de noche, mira la hora 8 horas 26 minutos!!!! se dispara por el fondo, corre desesperada, espantada, mira hacia atrás, son varias cuadras de esa casa a la casa de uno de sus hijos; ya sin sangre llega a la casa del hijo, quien la mira se conduele, la calma: tranquila, le dice, aquí no va a venir porque sabe que lo voy a hacer cagar. Se terminaba un ciclo con recuerdos lacerantes como en plena calle cinco y Mendoza, la estaba golpeando pero se paró un hombre e intervino pero ella, desprecia la oportunidad y ama a sus hijos, el miedo puede y paraliza, sabe que de todas maneras cobrará. Pero con la lluvia enfrenta a la adversidad le pone precio a su dignidad y paga la libertad.
CAPITULO IV
Flor tiene 54 años está deshilachada. Ahora deberé luchar contra otros fantasmas, el miedo, los traumas y esa abnegación, o estoicismo de que no parezca lo que le pasa para no pedir auxilio para no amargar la vida de sus hijos ni de su ascendencia. El cuerpo ante el cimbronazo pasa factura. Antes sale a trabajar y lo hace, vive con su hijo, se asoman varias enfermedades, de las peores, pero es fuerte y la pelea a la adversidad. El psicópata retrocede como todo cobarde, Flor empieza a florecer, trabaja, vive la libertad, viaja, observa como sus hijos le dan nietos y se multiplica la descendencia, la verdad ahora habla y ella es reivindicada no solamente por esta obra de haber vivido con un depravado sino que sus nietos la aman, cumple 60 años empieza a sonreír. se vuelve en las redes y donde va prácticamente en la vocera de la obra de Dios y comienza a ayudar a los que sufren, mujeres que sufren golpiza de hombres y que no se animan a denunciar. Retoma la normalidad cree que aparece el amor en su vida, mira la hora 8hs 26 minutos. Lee La Divina Comedia y ahí se entera que hay un rio AQUERONTE donde cruzan las almas que van al infierno y que en el frontispicio hay un letrero. ABANDONAD TODA ESPERANZA LOS QUE ENTREN A ESTE LUGAR….Pero ella sabe que exista o no el infierno los diablos están aquí en la tierra.
Es paradójico pero jamás deja de creer en Dios y hacerlo sentir y a la Virgen, lo que no mata fortalece, sigue adelante, se transforma en lo que fue, una obra de amor en vida; ha combustibilizado el dolor y lo transforma en vocación, en aliento en alguien digno de su Dios. Y nunca deja de mirar el reloj de Edgardo, nunca se apoya en él y en aquellos años que fueron los más felices de su vida. Nunca contó con la justicia, tampoco con sus parientes, tampoco con los vecinos, solamente se apoya en ella y en Cristo.
Han pasado diez años es libre: ¿ es libre?….su hijo mayor tiene cuatro niños, ya venía medio enfermo, la llaman urgente, llega al sanatorio, lo peor, lo contranatural, empieza a aullar…su hijo ha muerto. no la quieren dejar entrar donde está el cadáver, atropella, se abraza a su hijo muerto. Un escalón que nadie ni el destino lo vio que faltaba, se muere el hijo mayor, cuando creía que todo había pasado, resulta que ahora pasará por el más grande dolor de una madre, que deba enterrar a su hijo. Otra vez levantarse cuando muchos creían que ella también se moría, no lo puede hacer es cristiana y deja una gran descendencia. Pierde la noción del tiempo, ya no quiere mirar relojes, vaga por las calles, vuelve a la casa de su madre; está tan mal y tan enferma que la jubilan, tiene que remontar la cuesta la más difícil, siente una montaña sobre su ser. Le pregunta a su querido Dios…por qué callas!!!!.
EPÍLOGO
Estaba escrito todo esto que le iba a pasar?. Está escrito el destino de las personas?. Porque hay seres que son videntes en serio y se adelantan algunos capitulos de nuestra vida y nos dicen lo que nos va a pasar…y nos pasa.
Veamos: MALACHI MARTIN el exorcista más grande que tuvo la iglesia sobre el tema subrayó: LA PREDESTINACION EXISTE Y ES UN MISTERIO IRRESUELTO. Es cierto lo que estamos seguro que no existe es la justicia en este país. A flor ya no le interesa cuantos escalones le queda en la escalera de la vida, pero vino alguien importante en su vida, porque está en su corazón y le regaló un reloj. Es muy bonito, faltaba solamente ir y comprarle una pila. Ella se negó. No quiso que se le colocara la pila, el reloj es nuevo se le debe haber gastado de tanto funcionar en la vidriera, aunque seguramente estaba destinado para su muñeca. No quiere ponerle la pila a este flamante regalo. Le preguntan y no da explicaciones aunque el celular parece ha venido a reemplazar todo, hora, linterna, teléfono, íconos, aplicaciones etc. Ella ama a este reloj. Solamente argumente que desde que se lo puso por primera vez se dio cuenta que el tiempo no existe, que puede ser feliz aun en el entorno de la infelicidad, que le está marcando un nuevo ciclo en su vida, que está predestinado como el de su padre. Como las agujas están detenidas, es un reloj sin horarios; es un reloj que marca el fin del mundo, de nuestro mundo y el comienzo de la eternidad, por eso jura que jamás le pondrá una pila. Porque con él ya sabe que no debe tener miedo a nada y vivir plenamente porque no es deudora sino acreedora de la humanidad. Dice que lo heredará un nieto. y cuando le piden que lo muestre, las agujas hablan: 8 horas 26 minutos.
FIN
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