El repudio es un acto de aversión y de desprecio hacia alguien que ha cometido una canallada entre tantos daños que se producen en la vida. El escrache es distinto, es el repudio manifiesto presencial, que muestra el desprecio de la multitud para que la gente observe al canalla y sus canalladas. La gravedad es cuando la multitud se ensaña porque está disparada psicológicamente contra en este caso un saqueador que mataron a matadas en Rosario y que ahora comenzará el juicio. O si queremos un caso más emblemático, recordemos aquel Brasil en llamas, cuando rociaron a dos jóvenes con nafta y les prendieron fuego, alguien se condolió con los dos delincuentes y corrió riesgo de que lo quemaran a él.
En la Argentina nerviosa y sacada se vienen practicando estas manifestaciones fundamentalmente desde la crisis de 2001. Pero atención, no siempre el que escracha es el decente afectado cuando se ataca injustamente: caso emblemático cuando hace unos años el kichnerismo contra fotos públicas de periodistas y opositores, fomentaba a sus acólitos a escupirlos, mancharlos tratando de desprestigiarlos. Y lo grave es que utilizaban prebendariamente a jovencitos tilingos, provenientes de clases media alta y alta. Escraches con insultos se producen en aeropuertos, restaurantes, en la vía pública a Dady Brieva, Echarri y su mujer Nancy Duplaa, el ministro de salud durante la pandemia de covid, al mismo Alberto Fernández cuando no era presidente en una confitería, en los aviones etc.
Generalmente es la bronca de la gente contra sus dirigentes o delincuentes, chantajistas, contra la lacra humana cuando pierde sus fueros, ya no tienen protección ni impunidad. Particularmente observamos que se está convirtiendo en multitud de próximos exfuncionarios de los gobiernos cristinistas, quienes forrados de dólares, temen el escrache y no solo políticos sino todos los que perdieron la batalla cultural: artistas, periodistas o nuevos millonarios, empresarios, mediáticos, militantes; saben que desde el lunes ya tienen apuntándoles en la nuca el ojo del gran hermano, que no los van a dejar en paz. Ni siquiera para ir al almacén. No pueden salir a la calle, es como una cárcel virtual del pueblo que aguantó durante décadas el más grande saqueo que haya soportado la Argentina. Dejando el saldo de 20 millones de pobres más los indigentes, media Argentina que naufraga.
El presidente Fernández, ya envió a su esposa a España y luego se va él con su perro Dylan, a los otros dos, uno se llama héroe los deja en buenas manos y de la oveja nunca más supimos nada, seguramente se la morfaron. La vicepresidenta, se le reducirá la custodia, se va a cansar de transitar las sedes judiciales y se refugiará en el Calafate, en algún momento tendrá compañía, un bíper que controle sus movimientos por prisión domiciliaria. Durante estos días de transición, muchos sin fueros, ni especularon en la indemnización, renunciaron y se tomaron el buque hacia otros países donde no tengan que ponerse la máscara. Todos ellos con Massa al final, saquearon fundieron los fondos públicos y se están disparando a cualquier parte del mundo, ya conocemos el final del naufragio: las ratas son las primera en abandonar el barco.
Mientras tanto 25 millones de pobres e indigentes se quedan sin nada, estáticos, perplejos, muertos en vida, ya sin vitalidad NOS MIRAN CON LA INDIFERENCIA DE LAS ESTATUAS MOJADAS POR LA LLUVIA.
Pero a quienes mirán?….a los 11 millones de tipos que votaron a estos delincuentes. Símbolo, Ícono, logo, cómo es hoy el rostro de la Argentina?. Todavía quedan en el mundo sectas bárbaras que castigan a la mujer y le vuelcan ácido sulfúrico en la cara.
Así queda la Argentina, con el rostro deformado, sin tersura, sin párpados ni pestañas, donde más importante que su bella e histórica cara, son las cicatrices que la convierten en un monstruo humano.
