
Peor aún, hay sujetos que criminalizan la protesta. Aprovechando la confusión, destruyen la Ciudad, queman vehículos y ponen en riesgo la vida de los demás. No son idealistas que protestan, sino delincuentes. Por primera vez, las autoridades han apresado a varios de ellos y quieren enjuiciarlos. ¿Qué de revolucionario tiene quemar la camioneta de un periodista o las bicicletas que sirven a los porteños?
En un país que no tuvo una revolución liberal, parte de la estructura burocrática de la Iglesia católica se dedica a la política. Es un partido que supo colaborar con la dictadura de Onganía, fue comprensiva con la de Videla, y ahora se vincula con el peronismo radical. Los curas villeros son voceros políticos que asoman de manera permanente en la televisión para atacar a los gobiernos no peronistas. Ni el padre Pepe ni el padre Lucho asomaron para criticar el incremento de la pobreza en los gobiernos peronistas. Solo atacan a los gobiernos que no son de su ideología.
Esto no tiene que ver con creencias religiosas, sino con la política y el negocio de la pobreza. En los países de Norteamérica –México, Estados Unidos y Canadá–, la mayoría de la población es creyente, va a misa y a los servicios semanales más que los argentinos, pero la burocracia eclesiástica no es un partido político con punteros en las parroquias.
Ni en México ni en Washington ni en Ottawa cabría que el arzobispo arme un comedor en la catedral para atacar al gobierno y celebre una misa con el lema “con la comida no”, cuando los políticos están inmersos en una polémica sobre el tema. Nunca se podría organizar en la Basílica de la Virgen de Guadalupe una manifestación con fanáticos bailando, tocando bombos y gritando en contra de la justicia y vivando a sus dirigentes. Los creyentes correrían a patadas a los curas por su mala conducta.
Se celebraron misas, una de ellas oficiada por la segunda autoridad de la Iglesia en Buenos Aires, en las que los asistentes palmotearon y gritaron “la Patria no se vende”, el claim que identifica al kirchnerismo. En el mismo momento en que se discutía en el Senado si Aerolíneas Argentinas podía privatizarse, apareció el Papa con líderes sindicales y sus banderas y pancartas, tomando partido en contra de la tesis del Gobierno. Cuando Milei viajó a la reunión del G7 en Italia, Francisco improvisó una audiencia privada urgente, a esa misma hora, con Axel Kicillof, el líder más visible de la oposición, para opacar la visita de Milei y exhibir su oposición al Gobierno. Axel no es un creyente devoto.
Nada de esto tiene que ver con Jesús de Nazaret, quien no invadió tierras, ni pidió a los romanos dinero para organizar obras de caridad. No estuvo con los pobres en contra de los ricos, habló de la pobreza del espíritu, y sacó a latigazos a los que hacían negocios en el templo que, en su criterio, debía ser casa de oración.
