
A mi edad pienso que mi generación es un puente entre dos mundos: uno hecho de caminos de tierra y cartas escritas a mano y otro lleno de satélites y pantallas que caben en el bolsillo. Nací en una casa sin aire acondicionado, el verano olía a polvo y sonaba a ventilador de caja.
Conocíamos a los vecinos por su nombre y si se rompía la cadena de la bici, tocabas cualquier puerta y alguien salía con una llave inglesa. Crecimos con paciencia, esperando el correo, esperando que abriera la biblioteca, esperando que la radio repitiera esa canción que tanto nos gustaba. Y entonces el mundo se aceleró. Los teléfonos se encogieron, la música se volvió invisible y las noticias ya no tardaron días: llegaban a la palma de la mano antes del desayuno. Aprendimos a escribir en teclados diminutos, a deslizar a tocar la pantalla. Aprendimos a hablarle a las máquinas y a escucharlas responder. Aprendimos porque siempre tuvimos que hacerlo. Hemos visto porque siempre dejaban a la leche en botellas de vidrio en la puerta y como hoy escaneamos las compras sin cajeros. Hemos tirado monedas en teléfonos públicos y hecho llamadas cruzando continentes. Conocimos el sonido del silencio, sin notificaciones ni zumbidos, y el ruido de un mundo entero vibrando al mismo tiempo.A veces los jóvenes creen que nos quedamos atrás, pero te voy a decir algo: nosotros conocemos los dos mundo, sabemos sembrar tomates y enviar correos electrónicos. Sabemos contar historias sin Google y luego verificarlas con él. Sabemos lo que pesa una carta escrita a mano, porque la sostuvimos y también sabemos lo que se siente apretar “enviar” y recibir una respuesta al instante desde miles de kilómetros. Somos la prueba de que uno puede cambiar sin perderse. De que se puede honrar el pasado y al mismo tiempo aprender hacia donde va el futuro. Hemos enterrado amigos y recibido nietos. Hemos visto desaparecer enfermedades…y llegar otras nuevas. Hemos usado mapas de papel y GPS , postales y emojis, paciencia y urgencia. Y tal vez ese sea nuestro verdadero regalo: llevamos en la memoria un mundo más lento y silencioso, y en las manos, las habilidades para sobrevivir en uno veloz y ruidoso. Podemos enseñarles a los jóvenes que no todo tiene que pasar de inmediato..y recordarle a los mayores que nunca es tarde para aprender algo nuevo. Somos el puente. El capítulo medio: el enlace entre lo que fue y lo que está por venir.
Anónimo.

