
¿POR QUÉ DIOS ES DIOS?.
En primer lugar es una pregunta que solamente la puede contestar el mismo Dios. Desde mi limitación, es imposible alcanzar alguna certeza metafísica sobre este tema. Un ateo la puede contestar porque no cree en nada. Un agnóstico dirá: tráigame las pruebas de la existencia de ese Ser y le contesto. Un deísta cree en un dios único y solitario. Un politeísta creerá en la existencia de varios dioses. El monoteísta lo opuesto. Un Nihilista detractor de los valores, cree en la nada. El materialista solamente apuesta a la existencia de la materia y nada más. Un panteísta imagina a un dios desparramado en la hojarasca del mundo, manifestándose tanto en una piedra, un río, un ave que pasa. Frieder Nietzsche desde los albores del siglo pasado advertía y con razón de que ya estaba languideciendo el proyecto judeocristiano.
Aporía es el concepto primordial que nos hace pensar en dos situaciones: es un poro ocluído, obturado que no permite el paso. Pero como somos seres racionales, nos invita a desafiar ese impedimento y a buscar la forma de pasar, superar, alcanzar el otro lado. Entonces los Cristianos aceptamos el desafío de contestar esta pregunta profunda, perplejizante: ¿por qué Dios es Dios?. Y Más aún si estamos hablando de Cristo y la Santísima Trinidad. No estamos hablando de Papá Noel quien todos los años desparrama el fetichismo de dioses de juguetes y regalos. Tampoco estamos hablando de un dios que genera pobres, ni de la inteligencia artificial, o la era tecnotrónica. Mucho menos en la ostentación del hombre débil y cosificado. No lo encontramos en entre los sacerdotes misántropos de las grandes corporaciones que se elevan en dragones alimentados por a opulencia de la desigualdad.
El hombre quiere sustituir a dios y fabrica modelos que lo llevan inexorablemente al tedio del aburrimiento. La pregunta es testaruda y sigue en pie, sabiendo que la iglesia católica está en decadencia: hay pedofilia, la navidad se convierte en nadidad y las iglesias cada vez están más vacías. ¿Por qué Dios es Dios?. No es Buda, Ni Confucio, ni Osho, Ni Crisnamurti, ni el Dalay lama, Ni Mahoma, Ni Nisargadata Maraaj. Veamos: el Niño Dios nace en un corral, es hijo de María Virgen y de José; viene indefenso, vulnerable y con un único mensaje irrebatible: YO VENGO A SALVARLOS. Con los años sentencia: YO NO SOY REY DE ESTE MUNDO. Con lo que nos está diciendo que aquí el rey es otro, el dueño es otro; no sabemos si es una fuerza, un ser diabólico, pero la advertencia es clara: la condición humana es de naturaleza demoníaca. Pero Cristo debe demostrar que es el hijo de Dios. De lo contrario y de no cumplir con sus promesas habrá sido el gran impostor de la historia.
Tratemos de contestar la pregunta: ejerce el dominio sobre la materia, camina por sobre el agua, se transfigura y vence a esa fuerza maligna llamada satanás, expulsa demonios, devuelve la vista a los ciegos, le vuelve a dar vida a los sordo mudos, levanta de la camilla a los inválidos, multiplica los panes, perdona a todos, resucita a muertos, su amigo Lázaro ya estaba en estado de descomposición, se entrega lo crucifican y resucita al tercer día. Crea el cristianismo y todo lo que está sucediendo ahora, ya lo advirtió desde hace 2000. Años. Es omnipotente porque todo lo puede, es omnisciente porque todo lo sabe y no ha habido jamás alguien quien pueda igualarlo. Y sigue aclarando yo no soy juez, no soy rey..vengo a traerle la salvación, porque hay otra dimensión donde está mi padre y el Espíritu Santo tercera persona que sería el amor recíproco entre el padre y el hijo. Es puro, es justo, es todo poderoso: es la jerarquía del valor. El gran taumaturgo que florece con el esplendor de los milagros. Dimas, el ladrón bueno, le pide que se acuerde de él, cuando esté en su reino, Cristo gira la cabeza y le contesta: HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO. Tan ladrón, como para robarse el cielo.